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ral italiano. Mas como allí fuera desconocido para todos y tampoco él conociera a nadie, deci– dió dirigirse a Asís, donde por entonces se reu– nían muchos frailes y maestros de la Orden. Y en Asís tuvo la gran satisfacción de conocer al Padre San Francisco, cuyo dulce aspecto, inun– dando su alma de suavidad abundante, lo infla– m6 en el ardentísimo fuego del espíritu seráfico. Al extenderse luego por todas partes la fama de la celestial sabiduría de Antonio y enterado de ella el Seráfico Patriarca, quiso conferirle el cargo de enseñar a los frailes, lo cual hizo escri– biéndole aquellas suavísimas palabras: "Fray Francisco a Antonio, mi Obispo. Me place que leas a los frailes la Sagrada Teología con tal que con este estudio no apagues el espíritu de la santa oración y devoción, según en la Regla se previene". Y Antonio, que fue el primer Lector de la Orden Seráfica, cumplió con toda perfec– ción su oficio de Maestro; enseñando en la ciu– dad de Bolonia, sede de estudios de primera categoría, y luego en Tolosa y finalmente en Montpellier, ciudades celebérrimas de estudios. Y al enseñar a los frailes, cosechó copiosísimos 236
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