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atiende a todos sus devotos, es un gran sabio, y que sus enseñanzas tuvieron gran influencia en la Iglesia de Cristo, y por tanto merecía ser contado entre los santos doctores. Esto era lo que deseaban y pedian muchos hombres ilustres. Por fin, Pio XII, de feliz memoria, el 16 de enero de 1946 firmaba las LETRAS APOSTOLICAS, en las que se añade el nombre de San Antonio de Padua al de los Doctores de la Iglesia, y se le llama Doctor Evangélico. Este documento pontificio es cono– cido por las palabras latinas con que da comien– zo y son: Exulta, Lusitania felix. Constituye el mayor elogio que se puede tributar al Santo de Pad ua, y queremos que sea como el broche de oro con que se termine nuestra humilde biogra– fía de San Antonio de Padua. Por eso, lo copia– mos aqui para que puedan saborearlo nuestros lectores: "Alégrate, feliz Lusitania: salta de júbilo, Pa– dua dichosa, pues engendrasteis para la tierra y para el cielo a un varón, que bien puede compa– rarse con un astro rutilante, ya que brillando, no sólo por la santidad de su vida y gloriosa fama de sus milagros, sino también por el esplendor que por todas partes derrama su celestial doc– trina, alumbró y aún sigue alumbrando al mun– do entero con una luz fulgentisima. 234

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