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to. Muy de mañana, la santa Iglesia Catedral estaba ya rebosante de fieles, que querian ser testigos de ta:n fausto acontecimiento. El Papa, acompañado de los Cardenales y seguido de va– rios Obispos, hizo su entrada en la Catedral. Subió a su trono. Mandó a los comisionados de Padua que se acercasen y renovasen su petición. Acto seguido, se leyó el compendio de la vida del Siervo de Dios y de los milagros aprobados que habían sido realizados después de la muer– te del Santo. Terminada la lectura, el pueblo no pudo contenerse y hubo una vibrante explosión de júbilo. Se alababa a Dios, porque glorificaba a su Siervo. Entonces, el Pontífice se levantó en su trono, y después de implorar la luz del Espi– ritu Santo, hizo la solemne declaración de la santidad de Fray Antonio, diciendo: -En nombre y en honor de la Santisima Tri– nidad y para gloria de la Iglesia Católica, de– claramos que el Siervo de Dios, Fray Antonio de Buillón, de la Orden de los Frailes Menores, es santo y su fiesta se celebrará en toda la cristian– dad el 13 de junio. Terminada su oficial declaración, el anciano Pontífice alzó los ojos y sus manos al cielo e irradiando en su rostro una intima e inusitada alegría entonó un solemne Tedeum, que fue cantado por millares de voces. 219
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