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giosos resolvieron enterrarle en una sepultura provisional. Esto exacerbó más los ánimos. Co– rrió la voz entre la multitud de que iban a robar el cadáver. Entonces, los de Capo di Ponte for– zaron las puertas, entraron con armas en el convento y obligaron a los religiosos a desen– terrar el cadáver para que el pueblo pudiera venerarle. En esta inquietud fueron pasando tres dias. Se esperaba la llegada del Ministro Provincial de los Frailes Menores, el cual er~ quien tenía que resolver el conflicto. Llegó el Provincial y ordenó que el cadáver se trasladara a Santa María. Los de Capo di Ponte se resistían a ceder de sus derechos, pero al fin tuvieron que someterse a la voluntad de los superiores. A pesar de todo, las autoridades tomaron toda suerte de precaucio– nes para evitar violencias durante el traslado de los restos del Santo a Santa María. El traslado constituyó una verdadera apoteo– sis. Acudió para ello a Arcella todo el Clero secular y regular con el Obispo y el Provincial de los Frailes Menores, segp.idos del Ayunta– miento en pleno, a quienes seguían un numeroso gentío. Se puede decir que toda Padua se había reunido para acompañar al Santo, que conside– raban como suyo, a fin de hacerle objeto de las más fervientes veneraciones. El Obispo levantó 211
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