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paduanos y se dirigieron a Arcella a venerar el cadáver del Santo. Mas sucedió algo inesperado: los habitantes del barrio de Capo di Ponte, en el que estaba enclavado el convento de Arcella, se ij~terminaron a impedir a toda costa que el sa– grado cadáver fuera trasladado al interior de Padua. Los religiosos del convento de Santa Maria, a toct·a prisa, se presentaron en Arcella para hacerse cargo del cadáver y llevarlo a la iglesia; pero no pudieron tocarle ante la multi– tud amenazante de la guardia que habían puesto los de Capo di Ponte. Inmediatamente apelaron al Obispo y al Podestá. Estos se pusieron al lado de los religiosos. Entonces, los de Capo di Ponte doblaron sus amenazas y juraron perderlo todo antes que ceder el cuerpo del Santo. * * * Por momentos crecía la agitación. Oleadas de gente de Padua se acercaron al convento de Ar– cella. Los frailes temían que les robaran el cadá– ver venerando. Para impedirlo, cerraron la puer– ta del convento. Además, hada calor, y por ello habia peligro de que el cuerpo del Santo comen– zara a descomponerse. Para evitar esto, los reli- 210
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