BCCCAP00000000000000000000925
iban desfilando, recorriendo las calles de la ciu– dad, dando gritos y diciendo: -¡Ha muerto el Santo! ¡Ha muerto San An– tonio! El revuelo que se formó por todas las calles, plazas y rincones de Padua fue enorme. Las mujeres se reunían en grupos a las puertas de las casas y, en sus cuchicheos, comentaban la noticia de la siguiente manera: -Pero, ¿dónde ha muerto el bendito Padre Antonio? -En Arcella. Ayer noche. '-Creíamos que se hallaba en Santa María. No se sabia que estuviera enfermo. -Ya me parecía a mi que algo pasaba, pues no le he visto hace varios días por Padua. -Hay que ir a Arcella para hacernos con al– guna reliquia de él: algún trozo de hábito, un cabello, unos hilos de su cuerda... ¡lo que sea! -No te apures, que ya traerán su cadáver a Santa Maria, y allí iremos todas a rezarle. Mientras las mujeres seguían haciendo comen– tarios y tramando sus planes, volvían a oirse de nuevo las argentinas voces de los niños que re– petían el estribillo: -¡Ha muerto el Santo! ¡Ha muerto San An– tonio! Entre tanto, se fue reuniendo una multitud de 209
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz