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na en el alma. Con todo, ya que es también útil, me llena de regocijo el que me la administres. Recibió este Sacramento con extraordinario fervor de su alma, extendiendo los brazos en for– ma de cruz y respondiendo por sí mismo a todas las oraciones. Después, juntando las manos, en humilde actitud, como si fuera un pobre peca– dor, fue recitando alternativamente con sus her– manos los Salmos Penitenciales. Terminado el rezo, se quedó por' espacio de media hora en profundo éxtasis. Vuelto luego en si miró dulce– mente a todos los presentes; les dirigió una ine– fable sonrisa, y su alma santisima rompió las ligaduras que le ataban al cuerpo y voló a la mansión de los bienaventurados. Cuentan que en el instante mismo de su muerte, se apareció a su amigo Tomás Gallo, el Abad de Vercelli, y tras un saludo cortés, le dijo: -Querido Abad, he dejado el asnillo en Pa– dua y ahora me voy a la patria, Tras esto desapareció, El Abad quedó sorprendido. Pensó que su jo– ven amigo se iría a Portugal, su patria natal, por lo cual venia a despedirle. Como le pareció muy_. corta aquella despedida, corrió tras él para gozar un poco más de su compañía, mas no lo halló. Hizo que lo buscaran por el monasterio. 202
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