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Fundador, su fervor había ido creciendo, cre– ciendo incesantemente, hasta poder decirse de él que en aquellos dias de retiro espiritual se abra– saba en la divina caridad. Sentia la sublime embriaguez del amor. Sólo faltaba que la muer– te viniera a romper la delgada tela de su vida para gozar del encuentro con Dios y sumergirse en el océano del amor beatifico. * * * La vida de Fray Antonio tocaba a. su fin. El poema que con ella había ido componiendo ante Dios y ante los hombres comenzaba la última estrofa. Un día bajó, como de costumbre, de su celdita para la refección. Mas he aqui que, to– mando la frugal comida en compañia de sus Hermanos de religión, se sintió afectado por un malestar general. Sus energías vitales se agota– ban. Con la ayuda de sus Hermanos se levantó de la mesa. Mas no podía tenerse en pie y fue colocado sobre un lecho de sarmientos. Viendo que su enfermedad se agravaba a cada instante, sintiendo el próximo abrazo de la Hermana Muerte, llamó a su compañero Fray Rogerio y amablemente le dijo: 195
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