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venido a tu casa, pues también quiero y pido tu corazón. El asombro y la curiosidad de Fernando han llegado a su colmo. No es extraño que le interrogue de nuevo: -¿Cómo te llamas? El niño desconocido, reflejando en su rostro un halo celeste, exclama con indecible ternura: -¡Oh! Tu madre te ha repetido mil veces mi nombre. Yo soy Jesús. Y desapareció... Fernando or6 en silencio. Supongamos .que sea leyenda esta anécdota que se cuenta de la infancia de San Antonio de Padua. No obstante, contiene un simbolo de una grande y bella realidad. Jesús, de una manera misteriosa, va recorriendo los caminos de los hombres. Llama a todas las puertas mendigando los corazones de grandes y pequeños. Muchos le cierran la puerta. San Antonio de Padua, no. El le entregó por completo su corazón desde sus más tiernos años. Por eso, no empleó su vida sino en el divino servicio. Jesús fue siempre para él el mayor atractivo de su alma, el dulcísimo imán que le tenía totalmente subyugado. Esta entrega amorosa a Jesucristo, que ya en su infancia hizo San Antonio de Padua, convir– tió su vida en maravilloso poema. Poema de melifluas estrofas que subian al cielo para glori- 17
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