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Poco después de la entrevista con el Santo, in– tentó hacerle caer en sus redes. Le envió una embajada con magníficos regalos y encargó a los emisarios que, si Fray Antonio los admitía, lo degollasen inmediatamente. Se presentaron los comisionados por Ezzelino al Santo, y con gran respecto y afectada amabilidad, le dijeron: -Siervo de Dios, Ezzelino nos envía para su– plicarte que le encomiendes a Dios. Acepta estos presentes que venimos a ofrecerte en su nombre y en señal de afecto. -No, no -respondió el Santo-, no puedo aceptar esos regalos que son fruto de vuestros robos. Mas· estos tesoros perecerán todos y voso– tros juntamente con ellos. Aquellos hombres se marcharon llenos de con– fusión a informar a Ezzelino de cuanto les había sucedido con• el fraile predicador. Mas Ezzelino les dijo secamente: -Está probado que Fray Antonio es un ver– dadero Santo. Dejadle tranquilo y que diga lo que quiera de mi. A pesar de todo esto, Ezzelino siguió confir– mado en su iniquidad. Fray Antonio regresó a Padua. Sus gestiones de paz con Verana habían fracasado. El corazón del hombre es un abismo insondable. En ciertas ocasiones no valen nada ni las amables palabras, ni las terribles amena- 186
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