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guiente malestar en numerosas familias. Existían contiendas entre los diversos barrios de que la ciudad estaba compuesta. También hay que contar las rivalidades entre la nobleza y el pue– blo, que era origen de incontables disgustos. A todo esto, debemos añadir la lucha constan– te entre Gi.lelfos y Gibelinos, que con frecuencia traia la guerra de unas ciudades con otras. Pa– dua pertenecía al partido de los Güelfos; pero frente a ella_ se encontraba su rival, que era Ve– rona. Esta dudad estaba regida por Ezzelino Romano, hijo político y lugarteniente de Fe– derico H. Ezzelino era uno de tantos crueles tiranos que solia haber en muchas ciudades de la agitada Edad Media. Se alzó la guerra entre Padua y Verona. En ella fueron vencidos los Güelfos y el Caudillo de ellos, el Conde Ricardo de San Bo– nifacio, con otros muchos de los suyos, cayó pri– sionero del feroz Ezzelino. Entonces, el Alcalde de Padua marchó al frente de las tropas padua– nas hacia Verona. Sitió la ciudad y obligó a Ezzelino a ponerse en fuga. No obstante, los sioneros quedaron bajo el poder de Ezzelino. Lo peor de todo que se temia que fueran victi– mas de su ferocidad. Fray Antonio, la Cuaresma de 1231, logró con sus predicaciones arrancar los odios y 184
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