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Nunea en Padua se babia visto cosa semejan– te. La emoción era indescriptible. No se hablaba por las casas y por las calles sino del Santo Pre– dicador de la Cuaresma. Fray Antonio parecía un ángel del cielo que babia descendido a Padua para llevar todas las almas a Dios. El demonio estaba rabioso ante el éxito nunca visto de aquella predicación cuaresmal. Por eso, a todo trance quería impedir su fruto. Una no– che, mientras el Santo descansaba unos mo– mentos de su agotadora labor apostólica, una mano fuerte e invisible intentó ahogarle. Fray Antonio se dio cuenta de que era el diablo que pretendía dejarle sin voz para que no siguiera predicando. Al momento, el Santo hizo la señal de la cruz e invocó a la Virgen Maria confiada y amorosamente con su himno favorito que co– mienza: O gloriosá Domina (Oh gloriosa Seño– ra). Luego abrió los ojos para ver la huida del enemigo. Mas he aquí que su celda parecía inundada de luces celestiales y, en medio de aquel divino esplendor, se veía a nuestra Señora mostrando una sonrisa maternal a su devoto y enamorado hijo. Fray Antonio prosiguió predicando la Cuares– ma con éxito creciente. El fruto de sus predica– ciones fue copiosisimo, inesperado. Las concien– cias aletargadas despertaban a su voz que pe- 178

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