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pueblo. Una multitud se congregó en torno del carro para contemplar el milagro y prorrumpir en palabras de alabanza a Fray Antonio. * * * Célebre, sobre manera, fue el caso sucedido en Florencia. En esta ciudad habia poderosos banqueros. Murió uno de ellos, que era el prin– cipal del gremio. Fray Antonio fue invitado a predicar la oración fúnebre. Mas el Santo cono– ció, por divina revelación, que el muerto era un usurero, el cual, llevado de su avaricia, se había enriquecido a costa de muchos fraudes. Sube el Santo al púlpito y pone por texto del sermón estas palabras del Santo Evangelio: "Donde está tu tesoro, está tu corazón". Sigue hablando sin ningún humano respeto contra la avaricia. Por fin, con valentia de apóstol, tiene la santa osadía de aplicar al rico difunto las palabras de la parábola evangélica del rico Epulón: "Murió el rico y fue sepultado en el infierno". Pronunciada esta frase, con voz henchida de misterio, como si fuera un profeta, erguido, iluminado su rostro, prosiguió diciendo: -Este hombre que ha muerto y a quien vais a enterrar al cementerio, era también un rico 149

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