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que aquel novicio pasaba. Fue en su busca para reanimarlo. Al verle, le miró amorosamente y alentando sobre él, le dijo: -Recibe el espíritu de fortaleza y sabiduría. Al momento el novicio cayó al suelo como muerto. Pero al mismo tiempo su alma fue arrobada en éxtasis y contempló la gracia del cielo. Después volvió en si y quiso manifestar lo que había visto en su arrobamiento; mas el Santo se lo prohibió. Le bastó el efecto que había producido aquella visión en el novicio. Con esto, la tentación fue vencida, y en adelante Fray Pedro fue un religioso ejemplar. No obstante hallarse nuestro Santo por esta época ocupado en su cargo de Custodio, seguía predicando al pueblo. Y su predicación, sencilla y popular, no pocas veces iba acompañada de ruidosos prodigios, como el siguiente. Había llegado a cierto lugar a predicar. El gentío que había acudido para oir su sermón, era enorme. El templo, aunque grande, no podía ni mucho menos contener los miles de fieles alli congregados. El sermón, por fuerza, tenia que ser al aire libre. Se buscó lugar a propósito para ello y se convino en que fuera en un pequeño valle, conocido por los habitantes de aquella comarca con el nombre de Valle de las arenas. Reunida alli aquella gran multitud, el Santo dio 130

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