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monjes benedictinos, los cuales le rogaron que al día siguiente les dirigiera a ellos una plática en la sala capitular. Fray Antonio accedió a su invitación. Les habló de las excelencias de la vida religiosa con tal gracia, unción y poesía que los dejó por completo cautivados de su palabra, llenos del santo amor de Dios. En el desempeño de su oficio de Custodio, mostró una tierna solicitud por todos sus súb– ditos. Sabía infundir el fervor en los tibios y encaminar a la santidad a los fervorosos. Visi– taba los conventos ya existentes y fundaba otros nuevos, en donde procuraba que florecieran la regular observancia y el espiritu de oración y devoción, recomendado en la Regla por el Seráfico Padre. Tenia la santa ilusión de exten– der la Orden y santificar a los religiosos. * * * Un día, encontró en un convento un nov1c10 llamado Fray Pedro. Este se hallaba, en gran manera, desalentado. No se sentía con fuerzas para seguir el divino llamamiento y estaba para volverse al siglo. Fray Antonio conoció, por divina revelación, las luchas interiores por las 129
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