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predicación al pueblo y demás ministerios sacer– dotales. Plenitud en las virtudes que ponían en claro su eminente santidad. Los superiores de la Orden, teniendo en cuenta sus dotes intelectuales y su exquisita prudencia, a pesar de su juventud, le eligieron Superior, o como se dice en la Orden Francis– cana, Guardián del convento de Puy-en-Velay. Anque su cargo duró poco tiempo, demostró ser un Superior perfecto. Sabía hermanar el celo por la regular observancia con las exigencias de la caridad fraterna. Todo el convento se hallaba impregnado del perfume de su bondad. Pero la fama de orador y taumaturgo se habia extendido ya por tod~. aquella comarca, en medio de la cual se hallaba situado el convento, donde había fijado su nueva residencia. Por eso era requerido por todas partes para la predica– ción del Evangelio, de la que tanta necesidad tenía el pueblo cristiano. Allí no había herejes que combatir. Se puede decir que aquella región era el baluarte que había detenido el potente oleaje de los albigenses y valdenses. Sus habitantes conservaban una fe sencilla y encantadora. La predicación allí resul– taba mucho más fácil. No había necesidad de disipar las tinieblas del error de la herejia, sino 116