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pasos, regresó al convento, se presentó a Fray Antonio, le confesó su falta anegado en llanto y le pidió perdón por ella. Fray Antonio, le recibió con paternal cariño, y el novicio vistió de nuevo el hábito y emprendió por segunda vez una vida de fervor religioso. * * * Habia a la vera del convento de Montpellier un estanque que se habia poblado de multitud de ranas. No hadan más que estar croa que te croa todo el dia de Dios. Con esto, perturbaban la paz y el recogimiento del convento. Se hallaban los frailes en el coro, y las- ranas parecián que querían tomar parte en la salmo– dia, repitiendo todas juntas con inaguantable estridencia: -¡Ruak! ¡Ruak! ¡Ruak! Explicaba Fray Antonio sus lecciones de Teología a sus hermanos, y las ranas distraían a los estudiantes y apenas dejaban oír las palabras del Santo Profesor. Un día, cansado Fray Antonio de aquel monótono canto tan , poco agradable, se fue cerca del estanque y dijo a las ranas: 109

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