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• Los hombres de hoy son positivistas y prefieren contabilizar más que simbolizar. Se contabilizan las obras socio-ben~ficas, más que los milagros; la asis– tencia y el servicio a la humanidad, más que la oración; los trabajos en favor del prójimo que dicen relación a la comida, al vestido, a la casa y a la cultura, más que lo que trasciende los sentidos... Aquí estamos frente a un hombre a quien se presenta con un lirio y un libro en la mano: es el lisboeta San Antonio de Padua. * * * Decía Chesterton, el escritor inglés, que "todo santo es un hombre antes que santo: y un santo puede llegar a serlo cualquier hombre". ¿Cómo era el hombre Antonio? A San Antonio le conocen las gentes por las letrillas de la "Verbena de la Paloma", por el "santo casamentero", por la "canción de los pajaritos", por la imagen que cada pueblo tiene en la Iglesia en la, que se representa al santo con el niño y el azucenón de trapo. Ni como hombre ni como santo, Antonio de Padua fue esa gentil figura estilizada y blandengue que la tradición nos ha ofrecido o que la devoción del pueblo ha cargado de leyendas y dulces atributos. Las primeras pinturas que se conservan de él y que se remontan al siglo trece -cuyos autores debieron recoger la descrip- 9
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