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para cumplir con la obediencia; pero al mismo tiempo derramaba su espíritu en la presencia del Señor, entregándose a la oración más fervo– rosa. Es que tenía muy presente el consejo del Seráfico Padre. No sólo oraba él, sino que se preocupaba por que sus discípulos fueran hombres de oración. Así, con frecuencia, les mandaba que se mantu– vieran recogidos en el ·trato amoroso con Dios. No deseaba formar hombres sabios con sus toques de ciencia mundana, sino sacar verdade– ros teólogos, cuyas inteligencias estuvieran ilu– minadas por la luz de Dios. Por eso solia darles este consejo: -Para que la ciencia sirva a vuestra salud, no dejéis nunca la oración. Consultad más a Dios que a vuestros libros. Cuando vuestro espiritu se sienta fatigado por el estudio, refrescad el árido corazón a los pies de Jesús Crucificado. Pues las ciencias son dones del Padre de las luces, y no obra de la carne. El cargo de Profesor de Teologia, si bien fue cumplido por Fray Antonio con todo esmero posible, sin embargo, le contrariaba un tanto, 99

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