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Los que más admirados se hallaban de él eran sus hermanos de religión. Se sentían santamente orgullosos de su ciencia y su piedad. Pensaban que podía ser para los estudiantes de la Orden un Profesor ideal. La fama de Fray Antonio, como sabio y como santo, corrió por todos los conventos de los Frailes Menores y llegó hasta la Porciúncula donde se hallaba el Santo Funda– dor, el cual, accediendo al deseo de los religio– sos, nombró a Fray Antonio Lector de Teología, en una carta que escribió de su puño y letra a principios de 1223. La carta estaba redactada en los siguientes términos: -A mi carisimo Fray Antonio, mi Obispo, Fray Francisco: Salud en Cristo. Me place que enseñes a nuestros frailes la sagrada Teología, de manera, sin embargo, que ni en ti ni en ellos, con este estudio se apague el espíritu de la santa oración y devoción, según lo hemos profesado en la Regla. Adiós. Breve y sencilla fue la carta del Santo Funda– dor dirigida a Fray Antonio; pero él la estimaba como un precioso tesoro. En ella veía todo un magnifico programa de vida a que debía ajus– tarse en su cargo de Profesor de Teología. Se hallaba ahora en Bolonia, donde los reli– giosos franciscanos estudiaban la Teología por aquellos años. Daba sus lecciones a los frailes 98
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