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Enséñame lo que debo hacer para mejor agradar a Dios, cumpliendo fielmente mis deberes y siendo así luz del mundo con mi comportamiento edifi– cante. Intercede por mí ante el Niño Dios para que derrame sobre mi vida los tesoros del cielo, me haga ver a Dios como mi meta, me enseñe a es– cuchar devotamente la Palabra de Dios y a seguir sus huellas que me lleven a la felicidad eterna. lo suplico en el nombre de Jesucristo nuestro Señor. Amén. REFLEXION El corazón del hombre tiene hambre y sed de infinito. Cristo vino para dar a los hombres plenitud; y dejó su invi– tación: •Venid a Mí todos los que estáis cansados y ago– biados... ». Pero los hombres, prescindiendo de Dios, queremos saciar– nos con cosas que no nos pueden llenar: ruido, dinero, diver– siones, placer, amistad... San Antonio lo dejó todo para que Dios fuera su felicidad, y nos dice esto en sus sermones: 6 - «Te hemos seguido, las criaturas al Creador, los hijos al Padre, los hambrientos al pan vivo, los sedientos a la Fuente, los enfermos al médico, los cansados al re– clinatorio, los desterrados al Paraíso... » - «Los pobres, los humildes, los sencillos, tienen sed de la Palabra de vida y del agua de la Sabiduría. Los mun– danos, por el contrario, que se emborrachan con el cáliz del vicio, los sabihondos, los consejeros de los podero– sos, no se dejan anunciar el mensaje divino. Es muy buena señal de predestinación el escuchar de buen grado la Palabra de Dios. Como el desterrado, ansiando y es– cuchando con placer noticias de su tierra, demuestra amar a su patria, así podemos decir del cristiano que ansía escuchar a quien le habla de la patria celestial ... »

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