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Haz que yo aprenda esa lección. Que pase mi vida viendo y amando a Dios en las personas y en las cosas, y agradeciendo tanto don. Lo suplico en el nombre de Jesucristo nuestro Señor. Amén. REFLEXION En la vida c1v1ca queremos ser corteses y educados, y la ingratitud es la falta que más nos cuesta olvidar. ¿En nuestra vida religiosa? La gratitud ha sido definida como «el sonido que produce el alma cuando se la roza con algún beneficio». Si es así, nuestra vida debería ser toda ella una melodía ininterrumpida. En teoría todos estamos de acuerdo en que nuestro vivir ha de ser un cántico constante de acción de gracias, pero en la práctica pienso que hay la misma proporción de agra– decidos que la que existía entre aquellos leprosos curados por Jesús: •¿No eran diez los curados? ¿Los otros nueve dónde están?» Solamente el uno por diez regresó a dar gracias. San Antonio nos recordaba nuestro deber de gratitud: - «¡Oh Padre! ¡Cuántas gracias debe darte la hija del jefe de la sinagoga, resucitada de la muerte, y la mujer curada del flujo de sangre, es decir, todos aquellos que estamos representados en ellas, a quienes hiciste dignos de participar de la vida eterna! ¡Cuántas gracias debe– mos darte todos los humanos!» ¿Cómo vivo yo mi agradecimiento a Dios? ¿Valoro los dones solamente cuando los pierdo? ¿Qué tengo que no haya recibido? ¿Se poner gratitud en mis labios y, sobre todo, en mi vida? Amor con amor se paga. Medita brevemente y pide la gracia que deseas conseguir por intercesión de San Antonio. 24

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