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Sofía contra la inocente duquesa se fue aumentan– do cada vez más, y la astuta princesa aprovechaba todas las ocasiones que se le ofrecían para despres– tigiar a su nuera. Una de las que mejor explotó fue la siguiente : Se celebraba una gran fiesta religiosa en la parroquia de Eisemach en la que estaba enclavado el castillo Watburg. La princesa Sofía no desapro– vechó aquella coyuntura para hacer triunfar sus malvados deseos. - Mañana - dijo a Isabel con una sonrisa estu– diada ,-, hay gran fiesta en la parroquia y pensamos bajar mi hija Inés y yo. ¿No nos querrías tú acom– pañar? - Iré con sumo gusto - contestó Isabel, que siempre estaba dispuesta cuando se trataba de co– sas religiosas. - Pero es necesario - repuso Sofía-, que te pongas tus mejores adornos y tu mejor vestido ... Al oir esto Isabel quedó un tanto pensativa. ¿Por qué había ella de llamar la atención con un lujo desmedido y más en la casa de Dios? - No lo pienses tanto - insistió Sofía, que com– prendió inmediatamente la turbación de Isabel -. La que está destinada a ser la esposa del Landgrave de Turingia no puede presentarse en la ciudad co– mo una de tantas. - ¿Y qué vestido me recomendáis? - El de seda que os regaló mi hijo junto con la diadema y el collar de perlas. 96
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