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Pero al estar cerca de la playa reconocieron las costas de Escocia. Apenas echaron pie a tierra enviaron al rey Mal– colm III este corto mensaje: «Los sobrinos del san– to rey Eduardo, Edgardo y Margarita, besan vues– tras manos y se encomiendan a vuestra generosi- Malcolm, al oir este mensaje, hizo venir a los ilustres náufragos a su palacio y les colmó de toda clase de atenciones. Al hablar del santo rey Eduardo, Malcolm se en– terneció. ¡Qué de recuerdos traía a su memoria el solo nombre de tan santo rey! Cuando la trágica muerte de Duncán I, su padre, Eduardo fue quien le recibió en su palacio y le entregó diez mil ingle– ses para que se vengase de Macbeth, el infame usur– pador. Siguieron hablando Malcolm y sus ilustres huéspedes y al final les preguntó : - ¿Cómo ha sido el venir aquí? - La desgracia, señor, nos ha traído - contes- tó Edgardo -. Las humillaciones del usurpador eran insoportables, tanto mi hermana como yo es– tábamos fuertemente vigilados y expuestos siempre a la muerte. Nuestra madre y hermanas nos acon– sejaron que era mejor la huída que reinar con infa– mia, y decidimos volver a tierra de Hungría donde tántos recuerdos gratos teníamos de nuestra infan– cia. Pero, como veis, la divina Providencia ha dis– puesto las cosas de otra forma y aquí nos tenéis tanto mi hermana como yo dispuestos a hacer lo que queráis de nosotros. 84

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