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SANTA MARGARITA DE ESCOCIA (1093) Aún no se habían borrado por completo las manchas de sangre derramadas por Macbeth el trai– dor ; permanecía todavía fresco el recuerdo de La– dy Macbeth la infame, la que se frotó las manos teñidas en sangre y cuyo olor no fueron capaz de ahogar todos los perfumes de Oriente. Las sombras de Duncán y Banquo aún seguían vagando por el castillo, testigo del horrible crimen, cuando Edgar– do y Margarita salieron en una débil barquichuela camino de las hospitalarias tierras de Hungría. Una fuerte t,empestad sin embargo trastornó sus pla– nes, pues cuando se restableció la calma y amane– ció el nuevo día descubrieron a lo lejos una rocas altas, envueltas en blancuras de espuma. - ¿Qué tierra será esa? - preguntó Edgardo. - Señor - contestó uno de los remeros -, pare- cen las costas de· Norwich. - No - añadió otro 1-, yo creo que son las cos– tas de Flandes. 83
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