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vez que hoy la devuelvo virgen a este Divino Señor y a vosotros ... El santo emperador calló... Fue un momento de emoción inmensa. Cunegunda con los ojos arrasa– dos en lágrimas, se acercó a su esposo, le besó, y de sus labios recibió con aquel beso el último sus– piro. Las exequias fueron como convenían a un em– perador. El lugar de su sepulcro fue la catedral de Bamberg, según había dejado dispuesto el mismo emperador en su testamento. *** A las afueras de Bamberg mandó edificar Cune– gunda un gran monasterio, dotándolo de toda suer– te de ornamentos y vasos sagrados valiosísimos. A los pocos años de su fundación la misma em– perattiz pidió ser admitida en él en calidad de re– ligiosa. A la solemne vestición de hábito asistieron obispos y príncipes, y después de la misa solemne el obispo oficiante cortó el cabello a la emperatriz y acto seguido ella misma se despojó de sus vesti– dos y adornos imperiales y se cubrió con una hu– milde túnica que ella había confeccionado. Quince años vivió encerrada en aquel monasterio entrega– da a los oficios más viles. Un día Cunegunda se sintió morir. Las religio– sas la ofrecieron para mortaja un riquísimo broca– do, pero la emperatriz lo rechazó diciendo: - Hermanas mías, ese paño no es para mí. Cuando me desposé con un rey de la tierra adorné 81 6. -·· San(Are azul

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