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Señora, aquí tenéis dos caballos para prose– guir nuestro viaje. En uno iréis vos con vuestra criada, en el otro irá este vuestro humilde servidor. Al amanecer Adelaida y sus acompañantes lle– garon al histórico castillo de Canosa. * * * Enterado Berenguer del paradero de Adelaida ju– ró vengarse y, reclutando un gran ejército se diri– gió al castillo. Varios días duró el terrible asedio. Adelaida creyó que volvería a ser de nuevo prisio– nera de Berenguer, pero Dios, que velaba por ella, dispuso las cosas de otro modo. El día que Beren– guer creyó tener en sus manos la ansiada rendición, apareció por los Alpes un gran ejército al mando de Otón el Grande. La fama de las victorias del general germano preocupó a Berenguer. Antes de ser víctima de los soldados de Otón, optó por darse a la fuga. No tardó en saber el conquistador germano que en el famoso castillo estaba la heredera del trono de Italia. Se dirigió a visitarla y la ofreció su in– condicional ayuda. Adelaida agradeció la oferta y esperó a que los acontecimientos dijesen la última palabra. La entrevista de Otón con Adelaida no tardó en producir sus resultados. A los pocos días Otón mandó una embajada pidiendo la mano de la joven reina. Adelaida, accedió gustosa y mandó decir a Otón. - Señor, sé que no merezco tan alta distinción, 68

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