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SANTA MATILDE (968) En los alrededores del monasterio de Heriford óyese galopar de caballos y extraño griterío. Las religiosas allí recogidas creyeron que se trataba de maniobras militares o de alguna excursión, pe– ro cuál no sería su asombro al ver, sobre las losas de la iglesia conventual, a unos hombres armados hasta los dientes, postrados de rodillas y rezando con voz suave y pausada. La escena se repitió varios días más y las religiosas pensaron en algo raro y misterioso. El que venía al frente de aquel grupo de gue– rreros era Enrique, duque de Sajonia, y el fin que se proponía era sacar del monasterio a la duquesa Matilde, famosa por su hermosura y su bondad. Era aún muy niña la duquesa cuando su abue– la la llevó al monasterio para que allí aprendiese, junto con la educación religiosa, todo cuanto nece– sitaba saber una joven de su categoría. En un principio la joven duquesa extrañó la 54

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