BCCCAP00000000000000000000919

* * * El obispo Medardo salió a recibirla con gran acompañamiento de clérigos y fieles. Al verle la rei– na cayó de rodillas deshecha en lágrimas. - Levantaos y no lloréis - dijo el obispo. Radegunda contó a Medardo su triste historia. El santo obispo la escuchó conmovido y luego la dijo: - Comprendo, hija mía, la amargura de vues– tro corazón, pero no creo acertado que os encerréis en un monasterio en vida de vuestro esposo. Los vínculos del matrimonio no se pueden romper con la facilidad que vos pretendéis. - Dadme unos momentos, al menos, para reti– rarme a la sacristía y pensar más detenidamente lo que debo hacer. El obispo accedió gustoso. Pasaron algunos mo– mentos y al ver que no salía, Medardo abrió la puer– ta y quedó horrorizado. La reina estaba de rodillas, cortados los hermosos cabellos y, sobre la tonsura– da cabeza, el velo de religiosa. - ¿ Cómo os habéis atrevido a tomar tan grave determinación sin contar conmigo? - la preguntó el santo obispo. - Padre mío - contestó la reina-, sabía que no íbais a atender mis ruegos y he acudido a Dios di– rectamente, el cual me ha inspirado obrar de esta manera. Y aún os digo más ; que si tardáis en con– sagrarme al Señor tendréis que darle cuenta de mi alma. 50

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz