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- Vuestra humildad es admirable - dijo Clo– tario - y yo haré que, siendo reina, podáis seguir ejerciendo la caridad. El magnífico cortejo se puso en marcha. Clota– rio no podía disimular su satisfacción. Las damas y caballeros comentaban en voz baja la extraordina– ria hermosura de la nueva reina. Llegaron al palacio de Soison. Radegunda se dirigió primeramente a la capilla. El rey la esperó fuera. Ante una imagen de Jesús Crucificado Radegunda hizo la siguiente oración: - ¡ Oh Dios mío que, para salvar a los pecado– res descendiste del cielo a la tierra y quisiste mo– rir en una cruz!, mira la prueba a que voy a ser so– metida. Mi deseo sería poder conservar siempre sin mancha el lirio de mi virginidad, pero he sido entregada en matrimonio a este rey de costumbres licenciosas. Concededme, Señor, que yo pueda tras– fonnarle y hacer de él .un buen cristiano. Terminada su oración Radegunda abandonó la capilla. Clotario la esperaba impaciente. - ¿ Qué le has pedido al Señor? - preguntó Clotario. ,- Le he pedido por ti contestó Radegunda sonriente. - Me lo he figurado. - ¿ Has oído acaso mi oración? - No, pero conozco muy bien la bondad y no- bleza de tu alma y estoy seguro que has rogado al Señor por mí. 45

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