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SANTA RADEGUNDA (587) En los campos de Turingía se encontraron fren– te a frente los dos ejércitos. El uno estaba capita– neado por Clotario, el otro por Hermenefrindo. Si el primero era valiente, el segundo jamás había conocido el miedo, ni ante el toque de los clarines guerreros, ni ante el brillar de las espadas. Una vez más en la historia se iba a repetir la escena de vencedores y vencidos. ¿ Quién sería el vencedor? ¿ Quién el vencido? La suerte estuvo a favor de Clotario. Era al atardecer. Los rostros sudorosos de los soldados brillaban trágicamente. Hermenefrindo, con los ojos llenos de ira, miró a todas partes, me– nos a su vencedor. Clotario, en cambio, dirigiendo una mirada de orgullo al vencido, expuso las con– diciones de redención. Eran tiempos de barbarie y Clotario, a pesar de haber sido educado en las máximas del Evangelio, trató a su contrincante con la dureza de un pagano. Hermenefrindo, oídas 39

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