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SANTA CLOTILDE (545) Gundebaldo amaba entrañablemente a su sobri– na y pasaba con ella grandes ratos de conversación admirando aquella ingenuidad y aquella agudeza de entendimiento. Cierto día Clotilde se atrevió a preguntar: - «Tío, ¿por qué hemos de estar siempre lejos de la felicidad que buscamos?» La pregunta no era al acaso. Clotilde había pa– sado los primeros afíos de su vida en la soledad de aquellas montañas a las que sólo llegaba el ruido de las frondas y el rugir del mar. Ella sabía que detrás de aquellos altos montes y de aquel mar in– menso, había tierras misteriosas y playas descono– cidas, donde reinaban otros reyes más poderosos que su tío, y sintió deseos de conocer aquellos mun– dos lejanos. - ¿ Por qué he de estar - decía - siempre en– cerrada en esta soledad cuando más al sur existen bellezas que tal vez podrán hacerme feliz? 25
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