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Cruz este letrero: «Con este Signo vencerás». Cons– tantino y los suyos sintieron renacer en su cuerpo un valor inusitado. Se lanzaron con ímpetu sobre sus enemigos y les hicieron huir precipitadamente. ¡ La batalla estaba ganada! * * * Mientras en las calles de Roma se marchitaban las palmas de triunfo, Elena hablaba a su hijo una vez más de la necesidad de dar libertad a los cris– tianos y de recibir el sacramento del Bautismo. Constantino accedió gustoso a los deseos de su madre. El año 313 firmaba el famoso decreto de Milán que daba la libertad a la Iglesia y en cuanto al Bautismo quiso recibirlo de las manos del Sumo Pontífice San Silvestre. Fue tanto el agradecimien– to del Emperador a la religión cristiana que a sus expensas se levantaron las famosas basílicas Late– ranense, Vaticana, Ostiense, San Lorenzo extramu– ros, Santa Cruz, San Pedro .y Marcelino y Santa Inés. Elena veía con sumo agrado aquel cambio de su hijo y trataba de consolidar sus buenos propó– sitos. Pero había una idea que la había preocupado siempre desde que se había hecho cristiana. El res- 13

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