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cualquier opos1c10n de los nobles o lo que hubiera sido peor un motín popular. Acompañada por al– gunas doncellas de las más íntimas y discretas sa– lió de palacio, besando efusivamente a su padre el rey que no pudo contener las lágrimas. En el mo– nasterio esperaban a la princesa todas las monjas con singular alegría y animación. Pero las cartas de doña Leonor y su amistad triunfaron al poco tiempo. Dos meses escasos permaneció la princesa en el monasterio de Udivelas, al cabo de los cuales salió para el de Jesús de Aveiro. La movió esta de– terminación no sólo la amistad de doña Leonor, sino también el deseo de mayor soledad, pues en Udivelas eran frecuentes las visitas del rey su pa– dre y de otras muchas personas de la corte. El día 30 de julio del año 1472, la bella prince– sa llegó al convento de Aveiro acompañada de su padre y de gran acompañamiento. Antes de que traspusiese definitivamente los muros del monas– terio el rey la dijo: - Mirad, hija, que en este monasterio habéis de pasar muchas necesidades y esto no está bien con vuestro linaje. - Padre mío - repuso Juana - nunca serán tantas como las que tuvo que pasar nuestro Señor en la cueva de Belén o en la santa Cruz. El día 4 de agosto se despidió para siempre del mundo. Era el día de Santo Domingo de Guzmán. Después de haber oído con mucho fervor la Santa Misa y besado la mano a su padre y a su hermano 152

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