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ofrezcas al Señor, sino que me dejes realizar el ofre– cimiento que hace tiempo tengo hecho de entrar en un monasterio para todo el tiempo que me que– de de vida. D. Alfonso palideció. Comprendió que nadie po– dría doblegar aquella voluntad de hierro y cedió al fin a los deseos de la bella princesa. *** En uno de los parajes más bellos de Portugal estaba el monasterio de Jesús de Aveiro. La natu– raleza fue pródiga en reunir las más variadas be– llezas en aquel lugar solitario al que se habían re– tirado muchas damas distinguidas de la corte, en– tre las que sobresalía por su piedad y sus riquezas doña Leonor de Meneses que de allí a pocos días iba a vestir el hábito de religiosa. La princesa Juana recibía con frecuencia cartas ·de doña Leonor su gran amiga, y en su corazón cre– cía el ansia de poder consagrarse definitivamente al Señor en aquel hermoso y solitario convento de Jesús de Aveiro. El rey antes de dejar salir a su hija de palacio la pidió una última gracia. Que no ingresase en Aveiro, monasterio de extrema pobreza,· sino en e] de Udi velas, fundado por la casa real y más con– veniente a su elevada alcurnia. La princesa no quiso disgustar a su padre y le dio este gusto. La salida de palacio fue de noch,e para evitar 151

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