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- Ya sabes, hija mía, le dijo, que las leyes de Estado son a veces imperiosas, y es menester re– nunciar a las inclinaciones para bien de la Nación. El rey don Enrique de Inglaterra quiere tomarte por esposa y yo creo que accederás a ello aun a cos– ta de tus inclinaciones personales. - Señor y padre mío, repuso Juana. Siento mucho deciros que mi matrimonio con el rey de Inglaterra no se puede llevar a cabo, pues su ma– jestad don Enrique VII acaba de morir. · Don Alfonso al oir esto quedó pálido como la cera. Tenía el precedente de la muerte del príncipe don Carlos y temió fuese cierto lo de rey de Ingla– terra. A los nueve días se confinnó oficialmente en palacio la trágica noticia. Pasaron algunos años. El rey Alfonso preparó una expedición contra los moros y durante su au– sencia quedó Juana interinamente corno reina de Portugal. La joven reina gobernó con prudencia y tacto exquisito y sobre todo se empleó en practi– car grandes penitencias por el feliz éxito de la cam– paña. Al cabo de unos meses volvió el rey sano y salvo y las fiestas que se celebraron en todo el rei– no de Portugal para solemnizar tan magno aconte– cimiento fueron muchas y muy solemnes. En el palacio real no se hablaba de otra cosa que de la hermosura de la reina Juana y de su rara 149
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