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y confío en que tu talento ha de elegir lo más con– veniente para nuestro reino. *** En la capilla de palacio, entre la penumbra de la tarde y el silencio del lugar sagrado, Juana sollo– za puesta de rodillas ante la imagen de un Cruci– fijo. La lucha entablada en su alma es terrible. De una parte el cariño que profesa a su padre, de otra la guarda .al voto de virginidad hecho al Señor. Las lágrimas corren por las mejillas de la hermosa prin– cesa y los suspiros se escapan entrecortados de su pecho. De pronto una mano extraña corre suave– mente la cortina de seda que separa la capilla en dos. Juana se estremece, cree que es su padre que desea conocer cuanto antes su determinación. Pe– ro la que tan inesperadamente ha entrado en la ca– pilla es doña Beatriz de Meneses. - ¿ Qué os pasa, señora, que tan afligida estáis? - ¡Ah! ¿sois vos? Las dos mujeres salieron de la capilla y se diri– gieron a un salón contiguo. La princesa tenía el rostro encendido y los ojos hinchados de tanto llo– rar. Ambas se sentaron muy cerca una de otra y Juana dijo así: - Creí que era mi padre el que co.rría las corti– nas. Sé que está impaciente por mi respuesta y ya sabéis que yo no debo casarme, pues tengo hecho al Señor voto de castidad. Sé que mi padre trata 147

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