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hasta que terminó la Misa, a continuación comenzó otra y me quedé a oirla hasta el fin. Esta ha sido la causa de no haber cumplido vuestra orden con mayor presteza. El rey comprendió lo que había sucedido, y desde aquel día no volvió a dudar más .de la honra– dez de su esposa. *** Pero los años no habían pasado en valde. Tris– te, fracasado, vencido, devorado por una cruel en– fermedad, el rey permanecía ahora en palacio ad– mirando más que nunca las virtudes de su santa es– posa. Isabel se mostró para con él más cariñosa y comprensiva. Fiel a su lema de pacificadora tra– tó de sembrar la paz sobre todo en el alma de su esposo lleno de remordimientos y de inquietudes. El día 7 de enero de 1325 don Dionís dejó este mundo para siempre. Isabel le lloró como la más buena de las esposas, y la muerte de su marido fue el principio de una vida más escondida y austera. Se cortó el cabello, vistió el hábito de terciaria franciscana y renunció públicamente a todas sus joyas y honores. Distribuidas cuantiosas limosnas entre los pobres en sufragio del alma de su esposo se retiró a Coimbra cerca del monasterio por ella misma fundado. Junto al grandioso monasterio, en una humilde casita comenzó una vida de más intensa oración y penitencia. 138
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