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dre y el joven príncipe se aprovechó de ello para declarar de nuevo la guerra a su padre e Isabel fue encerrada en la fortaleza de Alenquer por los seguidores del rey como espía. Pero la reina había nacido para :.er lá portadora de la paz. Una noche logró escaparse de la prisión, y al día siguiente apareció en el campo de batalla. Esta vez padre e hijo no pudieron resistir las lá– grimas de aquella santa mujer. Se abrazaron delan– te de ella y le prometieron solemnemente que todo había terminado. Efectivamente, el rey cumplió esta vez su pala– bra. Mandó salir de palacio a todos los hijos bas– tardos, y el príncipe y sus hermanos salieron de palacio para no volver a entrar más. *** Pero el rey, como todos los hombres apasiona– dos, cayó en el extremo opuesto. La antigua vida de disipación se cambió en celos terribles. El rey sospechaba de todo y llegó a pensar de su santa es– posa que le era infiel. Vino a aumentar esta sospe– cha cierta conversación que sostuvo con uno de los cortesanos que no veía con buenos ojos que la reina tratase. con predilección a uno de los pajes de palacio. Cierto día logró hablar con el rey y le dijo así: - Majestad, toda esa virtud que vos creéis en la reina es ;pura mentira. Yo sé de ella uua debili- 134
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