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mente labrado, lo llenó de agua y se lo ofreció al gobernador. Después, sobre una enorme fuente de barro, la madre sacó una ;pierna de cordero, un buen trozo de manteca y una hogaza de pan. - Dad a todos también - dijo el guarda - el vino que quieran, pues necesitan reanimarse. Después de haber comido cuanto les pusieron, el gobernador preguntó si acaso no habría cerca de allí algún castillo donde pasar la noche. - En este bosque señor - dijo el padre de Ele– na - no hay ni más palacio, ni más castillo que esta humilde choza donde estáis. Si en algo puede serviros podéis disponer de ella a vuestro gusto. En ella encontraréis un humilde lecho en donde poder pasar la noche con menos incomodidad que en la espesura del bosque. - Os agradezco vuestra oferta, pero no os pre– ocupéis de mí, ya que mis servidores harán inme– diatamente una choza con palos y ramaje y en ella pasaré la noche. Al día siguiente, apenas había salido el sol, Cons– tancia Cloro dijo al guardabosque: - Ya que tan hospitalarios habéis sido conmi– go quiero pagaros tan gran favor. La vida que lle– váis en esta soledad es miserable, y quiero redimi– ros de esta miseria. Yo soy el emperador de Roma Constando Cloro. No os asuste mi dignidad, y quie– ro que, dejando este bosque os vengáis conmigo 10
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