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sentencia de divorcio, antes que el matrimonio se hubiese consumado. *** En la ciudad de Palencia primero, y después en todo el reino de Castilla y Portugal no se hablaba de otra cosa. Los reyes se habían separado por n:iandato del Papa. Don Alvaro y sus seguidores tra– taron por todos los medios de que el matrimonio siguiese adelante, pero la decisión de Roma era irre– vocable. Enrique I permaneció en Palencia, en el pa– lacio episcopal, y la hermosa Mafalda volvió de nuevo a Portugal para encerrarse en el monasterio de Arouca restaurado por ella y en el que con la aprobación de Honorio III, estableció el año 1228 una comunidad de religiosas cistercienses con las cuales vivió el resto de su vida. Mientras la bella· princesa encerrada en su reti– ro de Arouca, se entrega a una vida de austeridad y renunciamiento, su esposo el rey se divierte en los juegos propios de su corta edad. Un día en el patio del palacid episcopal está jugando con algu– nos de sus compañeros a la pelota. De pronto una teja se ha desprendido de lo más alto del palacio y da en la cabeza del joven rey hiriéndole grave- · mente. Se avisa a los mejores médicos de la ciudad, pero el mal no tiene remedio. A las pocas horas muere en medio de los más horribles dolores el pequeño rey don Enrique I de Castilla. 125

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