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Mientras tanto las negociaciones de don Alvaro para dar esposa al joven rey habían terminado y se procedió a la boda. Un brillante cortejo de castella– nos fue a pedir al rey de Portugal, don Sancho I, la mano de su hermosa hija Mafalda para el rey de Castilla. La princesa se opuso a ello, pero fin no tuvo más remedio que acatar la voluntad de su padre y las leyes del reino. Rodeada de lo más flo– rido de ambas cortes, la portuguesa y la castellana, llegó la bella princesa a la ciudad de Palencia don– de la esperaba el rey, su futuro esposo, que conta– ba a la sazón doce años. Se celebró la boda que bendijo el obispo de Palencia, pero no les permi– tió cohabitar hasta que el rey llegase a mayoría de ·edad. Terminada la solemne .ceremonia, Mafalda, ya reina de Castilla, se retiró a su palacio, acompaña– da de algunas jóvenes aristócratas que desde enton– ces serían sus mejores confidentes y amigas. ¡ Don Alvaro había triunfado l Pero el triunfo fue sólo aparente. Enterada doña Berenguela de la boda de su mano el rey y dándose cuenta de que los nuevos es– posos. eran primos en tercer grado, avisó de ello al Nuncio y este inmediatamente escribió al Papa Ino– cencia III para declararse nulo el matrimonio. El Papa delegó a Don Tel10 de Palencia y don Mau– rico de Burgos el estudio del caso, los cuales decla– raron que efectivamente existía tal impedimento en– tre los jóvenes esposos. Entonces el Papa la 124

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