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- No me parece eso tan fácil como vos pensáis - objetó don Gonzalo-. El pueblo a veces :reac- ciona de manera insospechada. Y sería para nos– otros terrible que el pueblo no nos diese la razón. - Yo creo - dijo entonces don Fernando - que lo más seguro es envenenar al rey y una vez que éste haya muerto a su hermana la podremos facilmen– te encerrar en cualquier castillo. La proposición de don Fernando fue aplaudida calurosamente por ser la más segura y la de más aparente legalidad. Terminada la macabra reunión cada uno se fue a sus negocios y esperaron el mo– mento oportuno para poner en práctica sus trági– cos designios. No pasó desapercibida para el rey la miserable conspiración, por lo cual, a pesar de sus pocos años, trató de ponerse a salvo y para ello mandó se le llevase al lado de su hermana doña Berenguela. Cierto día el astuto don Alvaro de Lara, se acercó al rey y le elijo entre tembloroso y arrogante. - Majestad, hace algún tiempo que vengo ob– servando en vos señales de melancolía. ¿Alguna en– fermedad de amor? - No sabré deciros, señor, la verdad, pues ni yo mismo lo sé... Pero es que me encuentro tan solo... Don Alvaro respiró ante la respuesta del rey, y haciendo alarde de su falso interés por la persona real continuó de esta manera;

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