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- ¡ Cómo sabéis las mujeres aprovecharos de los momentos de debilidad de los hombres ! - re– puso el duque sonriendo. - Dar con el momento oportuno, es el máximo acierto de nuestra debilidad. A los hombres os gus– ta ser vencidos por nuestro cariño y necia es la mujer que no se aprovecha de él para sus fines. Escucha, pues, mi segunda petición que es la si– guiente : Confundidos con los culpables y los inocen– tes existen en las cárceles otros hombres que yo lla– mo arrepentidos. Son esos que cometieron el cri– men en un momento de pasión, pero apenas pasó esta, sintieron la vergüenza y el arrepentimiento. Para esto te propongo una solución : Redimirlos por medio del trabajo. El trabajo hará en ellos las veces de penitencia. Es exactamente lo que Dios hace con el pecador arrepentido, le perdona la cul– pa, pero le exige la satisfacción de una saludable penitencia. ¿No te agrada mi solución? - Sí - contestó el duque, que no acababa de comprender el alcance de las palabras de su espo– sa --, pero ¿ya has pensado en el trabajo que los ha de redimir? - Sí, hace mucho tiempo. Durante muchos años ha sido mi obsesión predilecta. En la llanura de Trebnitz estaría muy bien un gran monasterio del Cister. Son muchos los pueblos abandonados en sus deberes religiosos. El monasterio sería el centro de irradiación espiritual para esos pueblos. ¿No te agrada la idea? La mano de obra estaría en su 112
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