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- Bebe hombre de poca fe. El duque bebió con ansia y al tenninar exclamó : - ¡ Qué bueno es este vino! ¡Tenías razón al decir que era vino del cielo! Eduvigis, eres muy buena; veo que todo lo puedes con tus súplicas. - Todo no - repuso. Eduvigis ,--. Hace unos momentos te pedí que hicieras una pequeña peni– tencia y ya ves, no has sido capaz. ¿Cómo, pues, voy a esperar conseguir de ti otras cosas más difí– ciles? - Pídeme lo que quieras pues esta vez sí que estoy resuelto a darte gusto. Eduvigis comprendió que había llegado su hora. Clavó los ojos en los de su esposo, guardó un instante silencio, como para pensar mejor lo que iba a pedir, y añadió : - Siempre te has portado conmigo como un caballero; nada me has negado de cuanto te he pedido para mí o para mis pobres, esto me anima a exponerte una necesidad. Ayer precisamente al hacer mi visita de caridad pude ver que en las cár– celes públicas hay algunos hombres a quienes la justicia humana ha condenado, siendo inocentes... Y esto naturalmente no podemos permitirlo ni tú, ni yo... - Las mujeres siempre sois inclinadas a la mi– sericordia y a la ternura. Vuestro corazón está he– cho para eso y no es extraño que obréis así; pero, mira, para ser justos hay que dejar a un lado las razones del corazón, y las mujeres no soléis ha– cerlo... 110

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