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pas al frente de las cuales iba el duque de Turingia. Isabel, durante la ausencia de su esposo, se dedicó a la educación cristiana de sus hijos y a ejercitarse en obras de caridad. La duquesa Sofía, aprovechándose de la ausen– cia de su hijo, comenzó a tramar nueva venganza contra su nuera. A favorecer estos turbios mane– jos, vino la noticia de la muerte de Luis. La misma duquesa Sofía fue la encargada de dar a Isabel la triste nueva. Pasados los días del duelo ·oficial, se presenta– ron ante Isabel algunos de los adictos a la duque– sa Sofía y le dijeron: - Señora, el gobierno del ducado de Turingia no puede permanecer por más tiempo abandonado y Vos estáis demasiado preocupada por la muerte de nuestro señor el duque y por la educación de vuestros hijos. El heredero del ducado es menor de edad, y por tanto hemos decidido proclamar du– que de Turingia al hermano de vuestro difunto es– poso. Isabel miró al cielo y rompió a llorar. En un instante se dio cuenta de la inmensa tragedia que se le echaba encima. - No lo penséis más, señora. La determinación está ya tomada. Salid, pues, cuanto antes del cas– tillo y llevaros, si queréis, a vuestros hijos. Las ho– ras que tenéis para hacerlo están contadas. 104
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