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adelantó a la naturaleza, ,pero en la mayo·ría no es a,sí. El hijo de los Croese fue un niño dó– c,U, piadoso, recogido... pero nada más. Su vida en nada se distinguió de la vida de los otros niños de su •edad. Menos aún fue una vida al estilo de las no– velas, ,con discursos floridos y músicas ac,ari– ciadoras. En los campos que frecuentaba Juan no haibitaban pa,stores poetas, ni zagalas senti– nientales. La vida del pastorcito de Camporroso fue s·encilla, como convenía a quien había sido educado en un hogar en el que la pobr·eza tenía su asiento. Pasaron los años y con ,enos fue creciendo el peiqueño Juan. Su natural bueno y comunicativo pronto le granjearon la amistad de sus otros compañeros, con quienes pasaba largas horas en amenas c!l:rar1as r,eligiosas. Conocía pe·rfecta– mente muchos pasajes del Anti,guo y Nuevo Tes– tamento, oídos en ,casa durainte las veladas del invierno, y con irnfantil ingenuidad se los re– f,ería a sus compañeros, que le escuchaban con cr,ecierute atención. Este don de platicar le servirá más ta:rde para atraerse a los niños y ,a los mayores, para ani– mar a las almas ·atribuladas y para ejercitar la caridad ,con todos. cuando t,enga que rec-orrer las ,caUes de 1a vieja ciudad de Génova este don le abrirá infinidad de puertas y su palabra dulce e instnuante le permitirá entrar en los hogares de los pescadores y cargadores del puerto y has– ta en las tascas y garitos de los, taihures y ru– fianes. 7

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