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De su padre haJbía heredado la seriedad de carácter, de su madre la ternura de corazón. En el campo ,pasaba las '.Largas horas del día entretenido con rezos y cantos, que procuraba enseñar a los otros pastores. Todos le querían por su buen .carácter y buscaban su compañía porque junto a él se les hacían los días más cortos. Se •ha dtcho que la gente del campo es seria y pensativa. Nada más cierto. Las largas horas de soledad les hac,en ser reflexivos y 'hasta, si se quiere, algo hul'años, pero también es cierto que esa misma soledad va forjando en ellos un carácter reposado, que no -es fácil hallar en los habitantes de la dudad. La quietud de los cam– pos engendra el equilibrio del espfritu, aumenta la esperanza en -el porvenir y hace al hombre mirar al cielo. De ahí la fidelidad del campe– sino, su austeridad de costumbr·es, su fe a toda prueba. Juan Croese era uno de los muchos pastorci– tos que había por aquel entonces en los alre– dedores de camporroso. Quien lo viera nada ex– traordinario podría pensar de él. Cierto que era más piadoso que los otros pastores, ,pero esto no era de extrañar dada la cristiana educación que había recibido en casa de sus padres. Por lo demás el hijo de los Croese era uno de tantos niños que crecía como las hierbas del campo y se ·desarrollaba como los corderos de su rebaño. Es una equivocación rodear a los santos de un ambiente de mar·avi:lla y milagro desde su niñez. En algunos -es cierto que la gracia se 6

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