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de esperar tanto, nos es grato decir que para to– dos sus devotos era notoria la bondad de su corazón, la mansedumbre, la humildad, la rec– titud de este buen fraile; y estamos seguros de que muchos llorarán su muerte. Por Dios, no se burlen los lectores al ver que dedicamos cuatro palabras a ensalzar a un ca– puchino. La virtud puede alberg)arse también bajo la capucha y no estará mal que se sepa." El Diario de Génova, hostil a las Ordenes Re– ligiosas, escribió también: "Fr. Francisco dejó en el pueblo huellas profundas de sus virtudes, que recuerdan los rasgos ejemplares de los an– tiguos cenobitas " Junto a estas alabanzas, que no se resignan a dejar entrever el veneno de quienes las escri– bieron, ponemos el texto que se lee en la lápida sepulcral que cubre los restos mortales del "Pa– dre Santo": "FRANCISCO DE CAMPORROSO, lego capu– chino. Nació en la familia de los Croese el 27 de diciembre de 1804. Muerto en Génova el 17 de septiembre de 1866. Pobrecillo de Cristo, más dichoso en dar que en recibir. Para los dolores y las necesidades de todos tenía pan, consejos y alientos. Coronó la vida austera y santa de cenobita ofreciéndos'e como víctima de expiación al comienzo de la epidemia de 1866. Las lágri– mas y el agradecimiento del pueblo quisieron re. presentarlo en este mármol." 60

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