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de rodillas, besó la mano del P. Horacio y le preguntó: -Padre, lno volverá antes del día 17? ~Me es imposible. -Deme entonces su bendición, porque no nos volveremos a ver más aquí. .., pero sí en el Pa– raíso. El P. Horacio, al oír estas palabras, sintió un estremecimiento. Miró a su santo penitente y le dio la bendición. El día 14 de septiembre, festividad de la Exal– tación de la Santa Cruz, Fr Francisco ayudó muy de mañana a la Santa Misa y comulgó con excepcional fervor. A las ocho, en vez de reti– rarse a la celda, como de costumbre, bajó a la portería. Sin duda quería despedirse de aquel lugar donde a tantas almas había consolada y tantas obras de caridad había hecho... Luego se despidió del hermano portero con estas palabras: -Desde hoy ya no volveré más por aquí. Aquel mismo día, por la tarde, el P. Marcos, Vicario del convento, le obligó amablemente a entrar en la enfermería. Tenía el rostro encen– dido por la fiebre y apenas se podía tener de pie. Los síntomas del cólera aparecieron inme– diatamente, y, en vista de que se agravaba por momentos, se le administraron los últimos Sa– cramentos, que recibó con angelical sencillez y admirable serenidad. El día 17, festividad de la Impresión de las Llagas de San Francisco, a las cinco de la tarde, entregó su alma dulcemente al Señor. i El sacrificio estaba consumado! i La 58

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